Pocas veces puedes leer en una etiqueta “la extraordinariamente rara variedad blanca”. Hay que pensar que estamos en una época en la que todo el mundo quiere sumarse a variedades conocidas y comerciales. Que si chardonnay, que si verdejo, que si sauvignon blanc, todo por vender alguna botella más. Afortunadamente no todo es eso en el mundo del vino. A veces surgen románticos de las variedades que creen que se pueden hacer cosas de otra manera, recuperando variedades que una vez fueron importantes y que han estado a punto de desaparecer.
Una de esas personas es Pedro González Mittelbrunn que se unió a otras 6 personas en el 2010 y decidieron sacar adelante el proyecto que se conoce como La Leyenda del Páramo. Situada en el Páramo de León, ahí en medio de la nada, lo que una vez fue paso del Camino y que, lógicamente, obtuvo el beneplácito de monjes que se establecieron en la zona y que empezaron a plantar el viñedo.
Entre las variedades aparece el albarín blanco, sin que sea muy clara su procedencia, que si viene de un lado o viene de otro, lo que está claro es que es una uva de altura, que aguanta temperaturas bajas en invierno y medias en verano, que se encuentra a gusto en tierras difíciles y que es allí donde saca lo mejor de su carácter.
Así nace El Aprendiz. Este 2014 le queda aún la fruta blanca, mucha fruta blanca y algo de hierbas, pero es en boca donde te deja desconcertado. Es su capacidad de rellenarte el paladar con su untuosidad y esa acidez única que divierte como pocos vinos jóvenes lo hacen. Y te lo tomas con lo que sea, con el aperitivo, con un queso, con un pescado y el vino aguanta, ahí está presente como un campeón porque es largo mucho más de lo que al principio te esperabas. Es una sorpresa tras otra y hoy en día eso es de agradecer en un vino blanco cuando todos quieren ser clones. Es lo que buscamos los amantes del vino. Por 8 euros que me los den todos.