La tónica tiene su origen en el corazón de la selva o por lo menos su ingrediente principal, la quinina. Esta sustancia natural, que presenta diversas bondades para la salud, parece haber sido descubierta por los indígenas de Perú, aunque son muchas las teorías que rodean su hallazgo.
La quinina es un compuesto obtenido de la corteza del árbol de la quina. Entre sus propiedades destaca su poder antipirético, antipalúdico y analgésico, aunque si por algo se hizo conocida fue por sus efectos contra la malaria. Sus orígenes no están del todo claros, aunque todos se sitúan en Perú y sus alrededores.
Por un lado, una de la hipótesis sostiene que un rayo alcanzó un árbol de la quina, haciendo que éste cayera sobre un lago de donde los indígenas cogían el agua para beber. Los indígenas no solo se percataron de que el agua presentaba un fuerte sabor amargo, sino que sus enfermos comenzaron a mejorar con su ingesta.
La quinina, base de la tónica, procede de la corteza de la quina
Por otro lado, hay quien considera que la popularización del principal ingrediente de la tónica encuentra su origen en la Condesa de Chinchón, esposa del Virrey del Perú. Parece ser que cuando la condesa enfermó de malaria la trataron con infusiones de corteza de quina. Una versión similar es la que sostiene que fue su marido quien enfermó y otra que simplemente sostiene que ésta vio a los indígenas utilizarla y decidió traerla a España.
También se cree que pudo no ser ella quien la introdujo en el país, sino el médico del Virrey, el Dr. Juan de la Vega. Asimismo, existe también la creencia de que fueron misioneros de la Compañía de Jesús quienes la trajeron, por lo que la quinina es también conocida como 'polvo de los Jesuitas'.
Tónica: más teorías sobre su origen
Parece ser que el asunto traía cola ya que estas no son las únicas versiones que se barajan. Y es que también se cree que la base de la tónica, la quinina, se conoció en el siglo XVII, cuando una gran epidemia de malaria golpeó Europa.
En aquella época algunos protestantes, entre los que se encontraba Carlos II de Inglaterra, se mostraron reticentes a ser tratados con un remedio católico (ya que en esta historia los Jesuitas la habían traído al continente). Entonces, un doctor, Robert Talbor, creó un remedio que lo salvó y cuya receta pidió no se desvelara hasta su muerte. Efectivamente, cuando este murió se supo que la cura llevaba ‘polvo de los Jesuitas’.
Aunque la tónica que se disfruta hoy en día como refresco surgiría algo más tarde, cuando para mejorar su sabor se le incluyó azúcar y zumo de lima o limón. El primero en comercializarla o por lo menos el más conocido, fue un relojero suizo, que tenía como afición la farmacología y cuyo apellido sonará a muchos, Jacob Schweppes.