Un poco antes de lo previsto han llegado las primeras anchoas a las lonjas y puertos guipuzcoanos y, con ellas, ya está entre nosotros uno de los pescados más esperados durante el año. Aunque sean abundantes en el Océano Pacífico y Atlántico, la nuestra, la del Mar Cantábrico, es incomparable.
Viven a más de 100 metros de profundidad, pero cuando calienta el sol ascienden a capas superficiales
La anchoa, o boquerón como se conoce en otras zonas del país (ahí se llama anchoa únicamente cuando está en salazón), es un pescado que vive a más de 100 metros de profundidad pero que en primavera y verano, cuando el sol comienza a calentar las aguas, las anchoas ascienden a las capas superficiales para alimentarse y reproducirse. Es ese momento, en el que además sus carnes están en un punto óptimo, cuando se pescan. Su talla mínima debe superar los nueve centímetros, aunque suelen medir habitualmente alrededor de unos quince centímetros.
Las anchoas, dejando de un lado las destinadas a la conserva, se suelen consumir normalmente fritas o albardadas (abiertas, sin espina y rebozadas). A la papillote, en una cazuela con ajo, cebolla y vinagre, también es una forma de cocinarlas que saca lo mejor de las anchoas. No obstante, también existen otras soluciones más originales a estas delicias del Cantábrico, como puede ser en tortilla, uno de los pintxos más preciados en muchas barras de bares guipuzcoanos. Con un toque de perejil y cayena, es una receta casi insuperable.
Otras sugerentes opciones
Pero las anchoas albardadas también se pueden rellenar, por ejemplo, de pimiento rojo o verde, otro pintxo estrella en muchos bares. Con endivias y roquefort son un clásico, pero esta receta se puede llevar a cabo también con las anchoas fritas y no en salazón. Con ellas se puede hacer también patés o incluso unos flanes donde acompañados de pimiento y con un toque de aceite de oliva son una original solución que se puede colocar sobre una rebanada de pan.