Algunos estudios apuntan a que en la época romana se cultivaba en Italia una variedad de este producto, pero la col de Bruselas que ahora conocemos tiene su fecha de nacimiento en 1200.
Hoy en día, se puede encontrar durante todo el año en los mercados
La col se hizo rápidamente popular en el siglo XIX y, tras un breve periodo de tiempo, los belgas comenzaron a cultivarla extensamente y se convirtió en un alimento muy consumido en el sur de los Países Bajos porque son zonas frías que toleran muy bien esta planta. El nombre de la col de Bruselas lo dio Carlos Linneo.
Esta planta tiene una altura de tallo de entre 30 y 70 centímetros. Su cosecha puede extenderse desde finales de verano hasta principios de primavera, dependiendo de la variedad cultivada. De esta verdura considerada de invierno, se conocen variedades estándar e híbridas, que varían en tamaño, en color, en sabor y claro, las hay tempranas, intermedias y tardías, ampliándose así su estancia en el mercado.
No obstante, se puede encontrar este producto durante todo el año, y resulta una interesante alternativa a la habitual col o berza, porque su pequeño tamaño puede ser más atractivo para gustos más reacios a las verduras. Su preparación puede ser al vapor o hervidas, fundamentalmente, y en cualquiera de los casos el único peligro radica en saber suavizar su característico sabor amargo.
Rica en Vitamina C
En cuanto a sus propiedades nutricionales, la col de Bruselas es rica en vitamina C, provitamina A, ácido fólico y vitaminas del grupo B, además de potasio, magnesio, yodo, zinc, hierro, fósforo y calcio entre otros. Cabe destacar su aporte en fibra y, dentro de la familia de las crucíferas, es una de las más energéticas, pero aun así aporta menos de 50 kcal. por cada 100 gramos. No obstante, conviene recordar que este alimento está limitado para personas que sufren algunos problemas de salud relacionados con la glándula tiroides o con las difíciles digestiones.